Mis carnes están enfermas de dolor,
mis huesos musitan su atardecer.
Ojos marchitos de opacidad,
me sesga la luz y el escaso calor.
La palabra necesita enmudecer,
de la boca exhala la soledad.
No he tenido culpa de tu sangre,
ni he comprimido mis venas de fatigas.
Adormecido el pecho y su tesitura,
lo he despertado en sal y vinagre,
en rios duros, piedras y cíenagas,
en tormento, duda y agria amargura.
Mi sangre, es agua de vida,
mis huesos,estructuras de razón,
mi aliento, fuego pristino de pasión.
No he tenido culpa de tu herida,
sordo y mudo calla el corazón,
atrapado y profundo, ingravida prisíon.
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