lunes, 30 de marzo de 2009

ÁRBOL

Vástagos añosos, te adosan con pudor,
acude el pájaro, al nido amado.
Tres o cuatro hojas, virginales de verdor.
Tormentas han sucumbido, con gotas de sudor,
de la rama naciente, el fruto encapsulado,
ocultas las huellas, de llanto y dolor.

Giras tus largos brazos de frescura,
siempre acudes a mí ventana, en primavera.
Esperas la brisa, para envolverme en tu fragancia,
extiendes tus ramas con soltura.
Oloroso aroma, que me transporta a tu cadera,
cada vez, que añoro tu presencia.

Fruto que de buen sabor me regalas,
renuevas tus ramas agotadas y nudosas.
Del aire puro, el ave pródiga retorna,
a lamer con devoción sus alas,
a dormir en tus ramas verdosas,
bajo el embrujo silente de la luna.

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