miércoles, 22 de abril de 2009

LA SOLEDAD

( Por Taty Cascada)

Dos caminos nos llevan a su encuentro, dos senderos con diversidad de parajes, colores, sensaciones y naturalezas opuestas. No es lo mismo "estar solo", que "sentirnos solos". En ese pequeño cambio, o guiño gramatical, radica su abismante interpretación y significado.

Si optamos por el camino de la soledad como una "elección personal", que nos provoca un cierto placer y goce espiritual, de búsqueda imperiosa y decidida de espacios abiertos, tranquilos y libres de ruidos molestos,-ambientes cada vez más escasos y en directa vía de extinción universal- de bocinas chillonas, de voces y sonidos que enturbien y enloden nuestra profunda búsqueda de meditación contemplativa, para reencontrarnos con nuestro "yo" interno. Si vemos la soledad de esa forma, como un refugio abierto a la naturaleza, que nos regala sosiego y paz interna, un campo pletórico de pensamientos y flores de vida. Si la sentimos como un reencuentro con nuestras singulares creencias, con momentos reconfortantes y encontrados con gusto y predilección peculiar, entonces ésta soledad es válida como un camino constructivo, generoso, y dadivoso de frutos y encuentros con el alma.

¿No es acaso, dulce y melodioso el sonido del silencio?, porque, por curiosa paradoja de la vida, el silencio también tiene sus sutiles notas musicales. Música que a nuestros oídos se siente diáfana y cristalina música que nos acerca a la inmensidad del Universo, al diseño armónico y perfecto de la Creación.

Pero, si al contrario del primer esquema, nos "sentimos solos", significa que rondamos el sendero de la otra soledad; la que viene por resultado y como consecuencia resolutiva a hechos o acontecimientos ocurridos en nuestras vidas, que desembocan como un castigo impuesto, y que debemos adoptar obligados. Poéticamente, es como un río de aguas turbias y pedregosas, que baja nervioso, impetuoso , rabioso, sin mesura, que baja como un fluido iracundo, llevando tras de si, piedras, rocas, juncos, helechos, troncos, malezas.

Es como un río autónomo, porque no depende de nadie, anónimo porque no sabemos de su cara. Impaciente, porque exige movimientos rápidos de nuestro ser. Huérfano, porque no pertenece a nadie, nos hace sentir pequeños, ajenos y tristes.

Dos ríos de aguas diversas. Dos ríos de aguas opuestas. Mientras que el primero, es un río contemplativo, tranquilo, que nos permite observarlo largo rato, sin causarnos el más mínimo cansancio, que nos permite caminar sus contornos, recorrer sus afluentes, beber sin temor de sus aguas claras y puras. Que nos permite visualizar sus reverberantes tonalidades, extasiarnos con los pequeños detalles que viven a su alrededor: Una abeja que ha replegado sus alas, en busca del polen que absorbe de las flores silvestres , un ave que anida sus polluelos, una nube que cruza el cielo de curiosas formas , el salto juguetón de los peces que viven en el verdoso vientre del río, la caricia contemplativa de los matorrales que besan sus aguas con tranquilidad. De éste río, gozamos y crecemos como seres humanos. Del otro río, del pedregoso y confuso, no hundimos y caemos, y hay que saber tener juncos cercanos, para no ahogarnos en el intento de flanquear su vado.

Todos nos hemos sentido solos, todos. Todos hemos sentido ambos ríos, ambos caminos en nuestra mente, en nuestro corazón. Todos llevamos el río positivo y el río negativo, el río que nos da paz, y el río que nos obliga a vencerlo, para no caer en los temidos estados depresivos.

Todos tenemos dos ríos en el alma, todos. Aunque algunos aparenten con falsas caretas, ilusorias posturas físicas y mentales que no conocen de sus aguas, en el fondo han bebido de ambos afluentes. Se han caído en sus piedras, y se han mordisqueado con dolor sus huesos.

Todos tenemos dos ríos en nuestro ser, la idea es mantener siempre juncos y troncos de árboles cerca, para asirnos y no caer, cuando sintamos que el río pedregoso, el río de la no pertenencia, nos puede coger de improviso....Solamente de ésta forma, lograremos mantener la calma y llegar al final de nuestro camino sin sentir a la soledad como enemiga, sino que como una compañera que nos puede aportar y no destruir.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Certeras reflexiones, bellamente expresadas, amiga, como siempre... Y sí, esos dos particulares ríos navegan bajo nuestra piel, surcándola, recorriéndola, haciéndonos estremecer a veces de gélidos escalofríos que sacuden sin piedad cada partícula de nuestro ser, otras regalándonos ese bálsamo de armoniosa quietud que nos hace respirar de manera exquisita esa singular paz... Todos debimos, debemos y sin dudas volveremos a recorrer ambos, intentando tener siempre la capacidad de poder sortear , atravesar las turbulencias que esas oscuras aguas provocan , para poder descubrir en ellas , aunque no sea fácil, alguna veta de claridad que nos conduzca a las aguas mansas, donde podamos beber de su cristalinas aguas , nutriéndonos de ella para poder seguir surcando nuestros propios diversos ríos..

Besitos desde Buenos Aires para mi talentosa vecinita trasandina.

Tatiana Aguilera dijo...

Agradecida por tus palabras,mi querida amiga porteña...
Saludos para ti

Tatiana